Como os contamos en el post anterior, hace más de un año que empezamos a trabajar en la casita de tánata. Era noviembre de 2020 y hacía muy poco que habíamos descubierto, en Instagram, un universo en miniatura que no podíamos dejar de mirar.

¡Queríamos uno!, así que creamos el nuestro, aunque tardamos mucho más de lo que pensábamos, claro, las cosas de palacio…

Al principio de todo, fueron cuatro piezas tanatiles, lo más pequeñas que pudimos hacer. Modeladas en barro, irregulares y desproporcionadas. Las pintamos con acrílicos y las barnizamos con esmalte de uñas: eran perfectas. Había que buscarles un hogar apropiado, y como en tantas ocasiones, lo teníamos delante de nuestras narices.

La casita en sí, de madera, tenía más de 40 años, la hizo el padre de Ana para que fuera una casa de muñecas. Estaba olvidada en el taller, a la intemperie, un poco estropeada por la humedad, pero nadie se había planteado jamás deshacerse de ella. Como estaba muy bien hecha, solo tuvimos que cambiar la base y las maderas del techo y repintarla para que volviera a lucir como en sus mejores tiempos. Era el momento de revivirla también por dentro.

Por primera vez, teníamos la oportunidad de diseñar por completo un espacio y lo queríamos hacer con cosas que nos gustaran mucho. Hicimos dibujos y modelos en cartón, para decidir las proporciones y los muebles que necesitaríamos sin duda: arriba, una buena librería, un escritorio, una cama…abajo, un mueble de cocina, una mesa de comedor, un sofá…Para muchas cosas, pedimos ayuda desde el principio: Énola, nos hizo la librería, Batlló, el escritorio, Silvia Ceñal, la mesa de comedor, y Hamabi, nos cosió una mantita. Cada cosa que recibíamos nos parecía preciosa.

El resto de los muebles, los hicimos nosotras con cartón y madera finita, pero a medida que avanzábamos y pasaban las semanas, queríamos añadir más cosas y, por primera vez, tampoco el tiempo, ni el presupuesto, eran un problema. 🌈

Para el suelo, elegimos nuestro preferido de El Mosaista para el piso de arriba, que imprimimos a escala, el papel de Abe the Ape para Cordonné (aunque nos costó decidirnos entre el de fondo negro y el crudo porque nos gustaba más el negro, pero era demasiado oscuro para la cocinita), una combinación de baldosas de Todobarro (al principio probamos con tonos verdes, pero nos quedamos con el damero en terracota y blanco), las sillas, el mueble de la cocina… También, le pusimos a la casa unas escaleras, que antes solo había una rampita, y añadimos un muro bajo en el salón que nos permitiera poner cuadros, pero que no tapara la luz de la escalera.

Los meses pasaban y la casita, poco a poco, se fue llenando de cosas: el móvil de Amara Montes, la cestita de Degerónimo, un montón de libros favoritos, el cuaderno de Peseta, la bandeja de Casita de WendyOlga nos hizo todos los menús y un cesto de lana para tejer, también la alfombra del salón; Babastudio, nos mandó su espejito a escala y Diana, nos hizo unos cojines. La casita ya era hogar.

 

Después, enmarcamos ilustraciones que nos gustaban y nuestras propias fotos en chiquitín (y las de los animales de la familia: Gota, Eddie, Pipi y Timón). Vestimos la camita con el retal de una falda que fue favorita y que, aunque rota, nadie iba a tirar tampoco, e hicimos un despertador de cartón (que somos muy madrugadoras) y un bote de lápices con mondadientes coloreados.

Para hacer los libritos, usamos trocitos de revista, que luego se forraban, y también hicimos las propias revistas en miniatura. Imprimimos las portadas de muchos libros queridos que nos acompañan en el mundo real: el diccionario de francés, el Rebeldes de S.E. Hinton, en la edición roja de El barco de vapor, nuestros libros gordos de artistas…

Y poco a poco, también fuimos completando el ajuar tanatil: todas nuestras piezas, o casi todas, reproducidas a escala microscópica con arcilla polimérica y cerámica. La arcilla polimérica es rápida y se puede hacer en casa, aunque es un rollo de pintar y se modela mucho peor que el barro, que a su vez tiene el inconveniente de que hay que cocerlo en el horno cerámico…así que intercalábamos, y fuimos haciendo babosas, teteras, Abundio, ELLOS, Botebot, Bichos bola, Expri, Saltimbanquis, Botits, Ballenota….nuestro ajuar iba engordando.

Hasta que, casi un año después de empezar el proyecto, cuando ya teníamos tooodos los ingredientes, llegó el día de la grabación del vídeo (que hubo que posponer varias veces antes porque siempre daban lluvia). Con ayuda de Marta, nos llevamos todo al Parque del Oeste, un vergel en el centro de Madrid. Era una fría tarde de noviembre, hacía sol y elegimos un sitio con cascada al fondo y árbol anaranjado. El Parque estaba espectacular.

Habíamos ya elegido la canción de Oba Tenga, “En la cama”, homenaje a la gatita Gota y el vestuario: Pablo iría en pijama y con pantuflas, pero como hacía frío, le dejamos que conservara la ropa debajo (a fin de cuentas, era nuestro vídeo, no queríamos sufrir bajas en nuestras filas y él tenía que conservar la voz).

Lo pasamos bien y tardamos varias horas (el día se nubló en cuanto llegó el músico, las cosas se caen todo el rato en el mini mundo y cuando vas a colocarlas, tiras otras que hay que volver a poner, el aire movía las lamparitas, había que improvisar las plantas de jarrones y macetas, nos entraba la risa…) Un pájaro salió volando en la última toma que hicimos, marcando el final de la grabación, y volvimos a casa heladas, pero contentas con el resultado.

Ya solo quedaba montar el vídeo y nos ayudó Javi, también de Oba Tenga, para que sonara bien y no se nos olvidara ningún colaborador (que era muy importante).

Como remate final, elegimos las mejores fotos de la casita y diseñamos nuestro primer calendario. Solo queda uno, y a lo mejor lo sorteamos, ¿qué te parece la idea?

Esperamos que te haya gustado la historia de la casita, que quizá nos ha quedado un poco larga, pero queríamos contarla bien. Ahora está feliz y a cubierto, y estamos deseando ampliarla, completarla o enseñarla, pero eso, te lo contaremos en otra ocasión.

¡Gracias por estar al otro lado y que tengas un buen día!

Ana y Natalia

PD: El botecito de lápices se nos perdió en el Parque del Oeste y nos dio mucha pena. Si alguien lo tiene en su poder, que nos lo devuelva, por favor. Lo echamos de menos.